En los confines de un universo muy antiguo, donde las estrellas susurran secretos ya olvidados, existía mi planeta, Karesh.

Era un lugar de belleza indescriptible, donde los cielos brillaban con un fulgor azul y las arenas reflejaba la luz como espejos de plata, lleno de vida.


Los kareshi, éramos parte de el, seres de pensamiento colectivo y conocimiento arcano, vivíamos en perfecta armonía con el mundo. Pero esa armonía estaba destinada a romperse, aquella era una paz que no duraría mucho mas.


Yo era uno de ellos. Vivía en las llanuras de cristal, allí, pasaba las horas sumergiéndome en el conocimiento de la magia y aprendiendo de lo compartido por otros que existieron antes que yo.
Sentíamos la conexión con el alma mismo de nuestro planeta. no era solo un núcleo de energía; era una entidad omnisciente que nos unía a todos en corrientes de pensamiento, emociones y entendimiento, karesh era un alma dormida y también, fue nuestro mayor dolor cuando se quedo en silencio.


El primer signo de la catástrofe fue un temblor en forma de canto. Una cacofonía que destrozaba los oídos y desgarraba el alma, eran cientos de gritos de dolor y angustia, de pena de las almas
capturadas y las vidas destruidas de aquellos planetas consumidos antes que nosotros.


Un susurro inquieto recorrió nuestras mentes. Karesh nos habló, pero su voz, siempre serena y reconfortante, ahora temblaba. «el hambre infinita, nos ha encontrado» no supimos que quería decir, nadie esperaba algo como aquello, nuestro planeta siempre sabio y tranquilo, ahora, tenia miedo.
Ante aquel silencio descorazonador, uno de nosotros hablo con valor, no recuerdo quien pero si sus palabras: » lucharemos contra el, contigo, si es el final… será el de todos» y uno por uno fuimos asintiendo.


La sombra se extendió sobre nosotros, palpable, densa e irrespirable, que entraba por la nariz y garganta asfixiándote, no era simplemente oscuridad; era una ente vivo, un ser que existía más allá de la comprensión y que se alimentaba de nuestro horror.


Se expandió rápidamente como una mancha por el cielo, devorando las estrellas una por una, oscureciendo aquel cielo que conocíamos de memoria.
Los kareshi nos congregamos en los santuarios de energía, en nuestros ecodomos, buscando refugio en la magia arcana, eramos sabios, eramos poderosos y teníamos fe.
Cuando aquella noche eterna llego, comenzó la batalla. Atacábamos de «día» pues aun podía sentirse un cambio de color en la sombra y nos ocultábamos en nuestras cúpulas de noche.


Siempre habíamos actuado como uno, una mente colmena, el bien de uno, era el bien para todos, no había en nosotros pizca alguna de avaricia o de ansias de poder, así que nadie imaginaba que la traición podía vivir en uno de nosotros.
Nos sobrevino un estruendo atroz, seguido de un grito de dolor de nuestro mundo, un temblor recorrió el suelo y una por una, nuestras cúpulas de energía fueron desmoronándose, alguien las había desactivado y no se como, supe que había sido ella.


La magia liberada de las cúpulas y el vacío comenzaron a desbocarse creando vórtices de energía del suelo al cielo que comenzaron a desintegrarlo todo y a nosotros también, llego el fin de nuestra forma física, a la misma vez que nos convertíamos en energía pura, nuestra mente se expandía y nuestro conocimiento también, cuando aquello acabo, entendimos que podríamos luchar contra Dimensius a su mismo nivel, un ultimo guiño de suerte?.

Karesh por su lado, también luchaba, contra un poder que pretendía controlarla, no había descanso para nadie. Destruíamos el avance del enemigo como podíamos en una lucha sin cuartel.


No recuerdo cuanto tiempo paso, pero se que resistimos algo mas de lo que el mismo Dimensius había calculado, podíamos sentir su ira y su desesperación pero Nadie ganaba y ese era el problema porque su poder crecia a diario.
El dia de la batalla final llego,El hambriento, convoco innumerables portales, de los que emergieron criaturas que no deberían existir. Seres retorcidos, formas que desafiaban la imaginacion…avanzaban destruyendo todo a su paso y asesinándonos, si matábamos uno aparecían cien, no había victoria posible.
Nuestras mentes se llenaron de los pensamientos de todos, del dolor de los que caían y de las imágenes de muerte… nuestra alma mundo rota de dolor casi pierde el control.


Así, fue la ultima vez que nos hablo: «deben huir, utilicen el vació abisal, no me queda tiempo» y los mas rápidos de nosotros, usaron aquellos portales para escapar, hacia un futuro totalmente desconocido.

Yo me dirigía desesperado hacia uno de esos portales y entonces le vi, vi a Dimensius, era una figura colosal, una silueta de sombra y horror. Sus ojos brillaban con un resplandor maligno, y su risa resonaba en nuestras mentes como un chillido agudo, un sonido que nos llevaba al borde de la locura. Con una mano extendida, absorbió lo que quedaba de Karesh, y el planeta se desquebrajo.


Fui uno de los últimos en caer. Sentí cómo el Vacío se cerraba alrededor de mí, cómo mi esencia era devorada, cómo mi existencia se desvanecía en la nada. Pero antes de que todo terminara, vi algo más. Un destello de luz en la oscuridad. Un portal, una grieta en el tejido de la realidad. Y a través de él, vislumbré otro mundo. Un mundo de criaturas extrañas, de héroes y de magia .Un planeta lleno de vida como antes lo estaba el mío y una voz lejana me susurro Azeroth.


Comprendí que ese mundo también estaba en peligro. Que Dimensius no se detendría con Karesh. Que el Vacío seguiría expandiéndose, devorando todo a su paso y antes de perder mi consciencia libere esta ultima advertencia.
Ahora, soy solo un eco, un recuerdo de lo que una vez fui. Pero mi historia debe ser contada. El Vacío y lis señores del vacio son una amenaza para todos los mundos y para todos los universos.


Y si alguien, en algún lugar, me encuentra y escucha este mensaje ,yo habré cumplido con mi cometido y quizás tu, puedas luchar y quizás puedas vengarnos.


Porque el Vacío no descansa. Y Dimensius siempre tiene hambre.


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